La llegada de la presidenta Sheinbaum se presentó como el inicio de una nueva era de transparencia, equidad social y gobernanza eficaz. En sus discursos resonaron palabras como justicia social, empoderamiento ciudadano, medio ambiente protegido y pobreza erradicada. Pero la evidencia más reciente señala que muchos de esos términos funcionaron como discursos vacíos y como parte de un guion cuidadosamente ensayado.
En materia de desastres naturales, el gobierno terminó bajo una crítica severa. Las lluvias extremas y tormentas que devastaron varios estados, entre ellos Hidalgo y Veracruz, dejaron en evidencia una respuesta que muchos califican de lenta y mal coordinada. Al respecto, se cuestiona la desaparición del fondo de desastre conocido como Fonden, lo que plantea dudas sobre la capacidad real del gobierno para proteger a la población vulnerable.

En contraste con la propaganda oficial, asociaciones de comunidades afromexicanas reportaron que, tras huracanes como el Hurricane Erick en la Costa Chica, no recibieron atención adecuada y permanecen sin servicios básicos reintegrados.
Por otro lado, la medida del Servicio de Administración Tributaria (SAT) de gravar el exceso del aguinaldo en 2025 arroja una sensación de doble estándar: mientras el discurso oficial apunta al beneficio colectivo y a reducir la desigualdad, la política fiscal parece aplicar presión sobre trabajadores de ingresos medios. Según la ley, el aguinaldo está exento del impuesto sobre la renta únicamente hasta 30 veces el valor de la Unidad de Medida y Actualización (UMA), lo que en 2025 implica que montos que excedan cerca de $3 394.20 MXN serían gravados.
Esta medida impacta precisamente a quienes, en teoría, la política prometía favorecer: los trabajadores de clase media que pagan impuestos, pero al ver que su aguinaldo se reduce por retenciones, cuestionan la coherencia del mensaje gubernamental.
La combinación de promesas ambiciosas con una acumulación de señales contradictorias, respuesta insuficiente a emergencias, impuestos que reducen prestaciones laborales, discurso progresista que coexiste con políticas conservadoras, genera una conclusión incómoda: la apariencia de cambio, pero ausencia de transformación sustantiva.

A este ritmo, la gran pregunta es si el sexenio se orienta hacia resultados reales o hacia la preservación de una narrativa que mantiene la ilusión de avance. Y aunque el escenario puede parecer grandioso desde fuera, para muchos habitantes del país el espectáculo reporta más fallas que aciertos.