El cine ha sido tradicionalmente un medio dominado por directores especializados en narrativa audiovisual, pero en las últimas décadas ha emergido una fascinante tendencia: el cine hecho por artistas visuales, es decir, obras cinematográficas creadas no solo sobre ellos o su obra, sino producidas y dirigidas por ellos mismos desde su particular mirada artística.
Este enfoque rompe con la idea clásica de la narrativa lineal para explorar el cine como una extensión de las artes plásticas, la instalación, la performance y la experimentación visual.
A diferencia del cine convencional, donde la historia y el guion son el centro, el cine de artistas visuales privilegia el lenguaje visual, el simbolismo y la reflexión estética. Este cine se acerca a formatos que incluyen videoarte, documentales experimentales, cine experimental y piezas híbridas que combinan imagen en movimiento con elementos plásticos y sonoros de manera innovadora. En muchos casos, estos artistas buscan cuestionar la percepción, el tiempo y la realidad a través de sus películas.
Numerosos festivales y espacios culturales han abierto espacios para este tipo de cine, que desafía las categorías tradicionales y amplía la definición de lo que puede ser una obra audiovisual. Entre los artistas visuales más reconocidos que incursionan en el cine se encuentran:
Matthew Barney
Conocido por la serie Cremaster, que combina escultura, performance y cine en una obra compleja y simbólica. Su particular enfoque destaca la exigencia física del deporte y sus matices eróticos, con el fin de indagar en las fronteras del cuerpo y la sexualidad.

Pipilotti Rist
Reconocida internacionalmente por su videoarte inmersivo y sensorial, Rist utiliza el cine como una experiencia corporal, envolvente y emocional. Sus piezas —como Ever Is Over All (1997) o Sip My Ocean (1996)— son paisajes audiovisuales que mezclan lo íntimo, lo onírico y lo tecnológico, con uso intenso del color, la música y la edición experimental.
Aunque no sigue una estructura fílmica tradicional, sus trabajos están pensados como “cine líquido”, donde la imagen en movimiento se desborda en instalaciones de gran escala, para así, provocar reacciones físicas en el espectador.

Bill Viola
Uno de los pioneros del videoarte contemporáneo, su obra establece un puente directo entre el cine y el arte sacro. Con tomas lentas, alta definición y una estética muy cuidada, Viola crea video-instalaciones que reflexionan sobre la espiritualidad, el tiempo, la muerte y el renacimiento.
Trabaja con actores no profesionales y coreografías simbólicas, que convierten cada pieza en una especie de “pintura en movimiento”. Su uso del video como medio para provocar introspección se sitúa en el límite entre el cine contemplativo y la experiencia meditativa.

Este tipo de producción invita al espectador a una experiencia más contemplativa y multisensorial, que puede manifestarse en salas oscuras, museos o incluso en espacios no convencionales como galerías y entornos urbanos. Su valor no solo radica en la narrativa sino en la capacidad de provocar sensaciones, emociones y reflexiones a través del ritmo, el color, el espacio y el sonido.
Sin duda, el cine hecho por artistas visuales es un puente entre disciplinas que transforma la pantalla en un lienzo dinámico, e invita a descubrir nuevas formas de mirar y entender el mundo. Un movimiento que amplía los horizontes del cine y del arte contemporáneo, y que sigue creciendo en reconocimiento y alcance.