Aunque muchas veces se confunden, el arte moderno y el arte contemporáneo no son lo mismo. Ambos rompieron con lo tradicional, pero lo hicieron en contextos muy distintos y con intenciones diferentes. Aquí te explicamos cómo diferenciarlos sin complicarte la vida.
El arte moderno: cuando empezó la ruptura
El arte moderno se desarrolló entre mediados del siglo XIX y la década de 1970. Fue el momento en que los artistas empezaron a alejarse de las reglas clásicas para buscar nuevas formas de expresión. Nacieron movimientos como el impresionismo, el cubismo, el surrealismo o el expresionismo abstracto, que apostaban por el color, la forma y la visión personal del mundo.
Artistas como Monet, Picasso, Frida Kahlo o Jackson Pollock dejaron atrás la idea de que el arte debía imitar la realidad. Para ellos, lo importante era la exploración visual y la libertad creativa.

El arte contemporáneo: lo importante es la idea
A partir de los años 70, el arte dio otro giro: empezó la era del arte contemporáneo, que llega hasta nuestros días. Aquí, lo que manda es el concepto. El arte contemporáneo puede ser una instalación, una performance, un video, una acción en redes sociales o incluso una pieza que desaparece con el tiempo. No hay límites de materiales ni formatos.
Artistas como Marina Abramović, Yayoi Kusama, Banksy o Ai Weiwei exploran temas como el cuerpo, la política, el medio ambiente o la tecnología. El arte contemporáneo no busca solo “gustar”, sino hacer pensar, provocar, cuestionar o invitar al diálogo.

¿Cómo saber cuál es cuál?
Una forma rápida de distinguirlos:
- Si ves una pintura que explora el color, la forma o la emoción, probablemente sea moderna.
- Si ves una obra que te hace preguntarte “¿esto es arte?” o que usa objetos del día a día para hablar de algo más profundo, seguramente es contemporánea.