Hace ya 10 años que llegó el Tuzobús a Pachuca. En ese entonces se nos presentó como una solución moderna, eficiente y ecológica para la movilidad dela ciudad. Y sí, no se puede negar que en su momento representó un cambio: organizó un poco el caos del transporte, redujo algunas emisiones y nos acostumbró a la idea de un sistema más estructurado. Pero hoy, una década después, es imposible no preguntarse: ¿y la modernización? ¿Y la renovación? Porque el Tuzobús sigue siendo prácticamente el mismo de siempre.
Mientras en otras ciudades ya circulan unidades eléctricas, hay apps para rastrear camiones en tiempo real y se invierte en sistemas de transporte más inteligentes, en Pachuca seguimos lidiando con lo básico: unidades viejas, sin aire acondicionado, sin conectividad, sin accesibilidad real para personas con discapacidad y con un sistema de recarga que se siente obsoleto. Ni hablar del caos en horas pico o de las largas esperas en estaciones con sombra a medias.
Y esto impacta especialmente a las juventudes. Son ellas quienes más dependen del transporte público: para ir a la escuela, a sus trabajos, para moverse por la ciudad. Son quienes, en muchos casos, no tienen opción de usar otro medio de transporte. Y también son quienes más exigen —con razón— un sistema que esté a la altura de su presente y su futuro.
Hablar de movilidad sustentable no es hablar de cosas “verdes” por moda. Es hablar de calidad de vida, de justicia social, de salud pública y de ciudades que funcionen. La movilidad no debe estar pensada solo para coches particulares; debe garantizar que todas y todos, sin importar edad, ingresos o colonia, podamos movernos con dignidad, seguridad y eficiencia.
No se trata de borrar lo que ya está, sino de actualizarlo con visión a largo plazo. El Tuzobús puede ser parte de una solución más grande si se invierte de verdad en su mejora: electrificación de unidades, rutas más amplias, mejor conectividad con otros transportes, personal capacitado, tecnología útil. Y, sobre todo, un enfoque que ponga en el centro a las personas y no a los vehículos.

A diez años de su creación, el Tuzobús necesita evolucionar. Porque la ciudad ha cambiado. Y porque quienes más lo usan —las y los jóvenes— merecen un transporte que no solo los lleve, sino que también los respete.
Hablar de movilidad sustentable es hablar del presente, no del futuro. Y si no actuamos pronto, nos vamos a seguir quedando atrás.