Cada 30 de abril celebramos el Día del Niño en México, pero detrás de esta festividad llena de dulces, juguetes y sonrisas, hay una historia profundamente marcada por la guerra, la desigualdad y la lucha por los derechos de la infancia.
Esta fecha fue instaurada oficialmente en 1924, luego de que México se adhiriera a la Declaración de Ginebra tras la Primera Guerra Mundial, reconociendo los efectos devastadores de los conflictos bélicos sobre los niños. Desde entonces, el mundo —y nuestro país— comenzó a tomar conciencia sobre la importancia de proteger los derechos de la infancia.

Sin embargo, más allá de las leyes y tratados, la realidad aún es cruda: más de la mitad de los niños en México viven en situación de pobreza, y muchos siguen sin acceso pleno a salud, educación o un entorno seguro.
Hoy no solo es un día para consentirlos, sino para reconocer nuestra responsabilidad como adultos en construir un presente y un futuro digno para ellos. Porque los horrores del pasado no deben repetirse y porque los derechos de los niños no se negocian, se garantizan.