Caos, excesos, música y redención: así se escribe la leyenda de Ozzy Osbourne, el eterno líder del heavy metal que vivió al borde del abismo para convertirse en ícono de varias generaciones. Su vida ha sido tan salvaje como su legado, y hoy repasamos la historia del hombre que fue mucho más que el frontman de Black Sabbath.
Desde Birmingham hasta la inmortalidad del rock, John Michael Osbourne nació en 1948 sin imaginar que su dislexia, el bullying escolar y su paso por prisión serían solo el preludio de una vida marcada por los extremos. Tras un paso fugaz por trabajos como carnicero y ladrón aficionado, encontró la redención en la música: los Beatles le volaron la cabeza, y su destino quedó sellado.
Con un micrófono, un amigo llamado Geezer Butler y muchas ganas de hacer "música de miedo", Ozzy formó una banda que cambiaría la historia: Black Sabbath. Su primer éxito, homónimo de la cinta de terror de 1963, fue una declaración de intenciones. Junto con álbumes como Paranoid o Master of Reality, Ozzy definió el sonido del heavy metal: oscuro, sucio, incontrolable.
Pero no todo fue gloria. Las adicciones, el descontrol y las tensiones internas lo llevaron a ser expulsado de la banda que él mismo impulsó. Ozzy no cayó; renació. Con la ayuda de Sharon Arden, su futura esposa, creó una carrera solista monumental con discos como Blizzard of Ozz y Diary of a Madman. Y, como si eso fuera poco, revolucionó la televisión con el reality The Osbournes, donde el caos familiar se convirtió en un fenómeno global.
Entre murciélagos, palomas, arrestos, caídas psicodélicas, y una vez casi matando a Sharon sin recordar nada, su figura oscilaba entre la risa y el horror. Pero también entre la genialidad musical y una honestidad brutal: Ozzy no fingía. Vivía.
A pesar de sus múltiples problemas de salud —incluyendo la enfermedad de Parkinson—, Ozzy nunca se rindió. Su reencuentro con Black Sabbath en 2013 y su último concierto en Villa Park este año fueron testamento de su impacto. Sentado, pero imponente, el Príncipe de las Tinieblas volvió a brillar, rodeado por leyendas como Metallica y Guns N’ Roses, que le rindieron homenaje.
“No podrías haber escrito mi historia ni aunque fueras el mejor escritor del mundo”, dijo alguna vez.
Y tenía razón.
Ozzy Osbourne no fue solo un músico. Fue un sobreviviente, un ícono, una tormenta. Y aunque los escenarios se apaguen, el rugido de su voz vivirá por siempre en la historia del rock.
