¿Conoces la Fundación La Fuente del Renacer?
En el Cerro de Cubitos, en Pachuca, existe un espacio donde la esperanza, la educación y el acompañamiento emocional se entrelazan para transformar vidas. Se trata de la Fundación La Fuente del Renacer A.C., una organización civil sin fines de lucro que, desde 2013, trabaja con niñas, niños y adolescentes que viven en situaciones vulnerables, derivadas de entornos con inestabilidad familiar o riesgo social.
El proyecto nació con el objetivo de generar un entorno seguro para las infancias y reconstruir el tejido social de comunidades marginadas. Lo hace a través de un modelo de atención integral que incluye apoyo escolar, alimentación, terapia psicológica, asesoría jurídica y talleres para el desarrollo emocional y social.
Actualmente, atienden a alrededor de 90 niñas y niños de entre 2 y 18 años, quienes reciben desayuno y comida diarios, clases de regularización, orientación vocacional y acompañamiento terapéutico. Algunos han logrado culminar sus estudios de bachillerato e incluso ingresar a la universidad, lo que demuestra que, con apoyo y oportunidades, los ciclos de violencia pueden romperse.
Gracias al compromiso de sus fundadores, encabezados por Claudia Rivera Gómez —reconocida por su labor con la Medalla al Mérito en Derechos Humanos—, el trabajo de La Fuente del Renacer ha impactado a más de 600 menores desde su creación.
Ubicada en Victoriano Arista, Cerro de Cubitos, la fundación es un recordatorio vivo de que la transformación social empieza por mirar de frente a quienes más lo necesitan, y apostar por su bienestar, educación y dignidad.
Un día que marca el inicio de nuevas historias
El día 11 de julio, la Fundación La Fuente del Renacer celebró un emotivo logro, resultados tangibles del esfuerzo que han realizado: la graduación de varios niños, niñas y adolescentes que culminaron con éxito sus estudios en distintos niveles educativos —desde kínder hasta secundaria—. La ceremonia reunió a familias, voluntarios, maestros, madrinas y padrinos de generación, para reconocer el esfuerzo de cada estudiante y celebrar el acompañamiento que hizo posible este paso.
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Sin duda, la ceremonia estuvo llena de alegría y simbolismo. Los estudiantes prepararon bailes que compartieron con sus familias, mientras que profesores, madrinas y padrinos de generación ofrecieron palabras de aliento, reconocimiento y esperanza. Fue un espacio para honrar el esfuerzo de cada estudiante y el compromiso colectivo que ha hecho posible que sigan avanzando con confianza hacia su futuro.

Estos logros no solo representan un avance académico, sino también la prueba de que, con apoyo, constancia y un entorno seguro, las infancias pueden desarrollarse plenamente y construir un futuro con nuevas oportunidades.
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