Atrás quedó el cubículo gris con luz fluorescente. Las nuevas estrellas del ecosistema laboral mexicano –freelancers, creativos, startups y nómadas digitales– están adoptando los espacios de coworking como sus escenarios diarios. Y no es solo una cuestión de estética: es una revolución en la manera de entender el trabajo.
Según datos recientes, en México ya existen 390,000 m² de coworking, concentrados en un 90% en tres grandes polos urbanos: Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara. Estos espacios no son solo oficinas compartidas: son hubs de innovación donde convergen la tecnología, la colaboración, la sostenibilidad y la experiencia de usuario.
“No se trata solo de compartir un escritorio: es diseñar un entorno que inspire y conecte”, explica Daniel Zampa, arquitecto y docente de ESDESIGN. “El coworking se convierte en una filosofía de comunidad creativa que entiende al trabajo como una experiencia más humana.”

Zonas de concentración, salas de juego, cabinas insonorizadas, terrazas con cafés de especialidad o cocinas comunitarias… los coworkings adoptan elementos del entretenimiento y el bienestar para rediseñar el espacio de trabajo como si se tratara de un festival cotidiano de productividad.
“Es como entrar a un set donde cada rincón está pensado para potenciar ideas”, añade Zampa. “Tecnología, diseño y cultura se funden para crear espacios que empoderan al trabajador actual.”
El coworking ya no es un lujo millennial: es el nuevo formato de la productividad para empresas híbridas, emprendedores culturales y artistas digitales. Y México está jugando en las grandes ligas.