El campus de la Universidad de Princeton se prepara para recibir un nuevo símbolo de encuentro entre arte, conocimiento y vida universitaria: el Museo de Arte de Princeton, una obra del reconocido arquitecto David Adjaye, en colaboración con Cooper Robertson. Más que un contenedor de obras, el edificio —que abrirá sus puertas en 2025— busca convertirse en una extensión del paisaje, un espacio abierto y cambiante que invita a recorrerlo, aprender y convivir.

El proyecto se estructura en nueve pabellones interconectados, concebidos para integrarse de manera orgánica al entorno histórico del campus. La distribución de los espacios responde a una idea central: acercar el arte a la vida cotidiana. Por eso, el museo incorpora rutas peatonales que lo atraviesan, patios abiertos, terrazas y zonas de descanso que permiten que estudiantes y visitantes lo vivan como parte de su tránsito diario.

Uno de sus principales aciertos es que el 95 % de las galerías se ubican en un solo nivel, para así, eliminar jerarquías entre épocas y estilos, y favoreciendo una lectura transversal de su colección —más de 117 000 piezas que abarcan desde la antigüedad clásica hasta el arte contemporáneo—.

El edificio combina texturas de concreto prefabricado con un diseño que privilegia la luz natural y la transparencia visual. Los reflejos, sombras y aperturas del volumen crean una sensación de fluidez entre interior y exterior, mientras que el ritmo de la fachada dialoga con la arquitectura neogótica y moderna del campus.
Además de las salas de exposición, el museo incluirá espacios educativos, talleres, aulas, un auditorio y una cafetería con vistas panorámicas, consolidando su papel como un centro de encuentro entre disciplinas y generaciones.
Con esta propuesta, Princeton no solo amplía su infraestructura cultural, sino que replantea el papel del museo universitario en el siglo XXI: un espacio sin barreras, donde el arte y el conocimiento se cruzan para generar comunidad, reflexión y nuevas formas de mirar el mundo.






