En el sur de Ciudad de México, justo junto a la estación del metro General Anaya, ha abierto una nueva sucursal de Tim Hortons que rápidamente ha conquistado a locales y visitantes por su impactante fusión entre cultura, arte y gastronomía. La cafetería ha sido bautizada en redes sociales como “la más bonita del mundo” gracias a su espacio decorado con murales históricos de gran valor artístico y visual.
Un museo dentro de una cafetería
El local se instaló en el sitio que hasta 2021 albergó a los antiguos Laboratorios CIBA (después conocidos como Laboratorios Novartis), un inmueble con historia que conserva dos murales colosales del célebre pintor y muralista José Chávez Morado, uno de los exponentes más destacados del muralismo nacionalista mexicano.
Al cruzar la entrada, clientes —desde oficinistas hasta estudiantes y repartidores— se detienen a contemplar estas obras de proporciones monumentales (aproximadamente 18 metros de largo por seis de alto). Los murales, que ahora rodean parte del interior y exterior del establecimiento, describen escenas inspiradas en la cosmovisión y prácticas médicas prehispánicas, entrelazando figuras simbólicas como deidades, calacas y elementos que evocan el conocimiento ancestral sobre salud y enfermedad.

Arte con mensaje
Entre las obras destacan Magia y ciencias médicas, salud, enfermedad e Historia de la medicina prehispánica, dos piezas encargadas originalmente a Chávez Morado por el arquitecto Alejandro Prieto para los laboratorios. El artista combinó técnicas de fresco y mosaico de vidrio para lograr una continuidad estética dentro del local, lo que ofrece hoy una experiencia visual que invita a la reflexión sobre la relación entre cultura, medicina y espiritualidad.
El mural principal representa una figura deidad mitad hombre, mitad muerte que sostiene elementos simbólicos que conectan con la mitología y la medicina ancestral, mientras otras escenas muestran personajes en actitudes rituales o contemplativas, como figuras que imploran o miran al espectador con un significado profundo.

Un punto de encuentro
Más allá del valor estético, esta cafetería funciona como un espacio de convivencia en una zona que integra varios comercios, un gimnasio y servicios urbanos. Su proximidad con el transporte público ha hecho que el mural y el establecimiento se vuelvan un punto de atracción tanto para vecinos como para turistas, lo que produce un flujo constante de personas que acuden a tomar café, comer donas —símbolo distintivo de la cadena canadiense— y admirar el arte en un contexto inesperado.
Para muchos, aunque no sea literalmente “la cafetería más bonita del mundo”, sí representa uno de los espacios más singulares y bellos de la Ciudad de México al integrar arte monumental en la vida cotidiana.






