Ozzy Osbourne, leyenda del heavy metal y uno de los íconos más influyentes de la historia del rock, falleció el lunes 21 de julio a los 76 años. El vocalista de Black Sabbath murió rodeado de su familia, en un entorno íntimo, lejos de los reflectores y los escenarios que marcaron su vida.

La noticia fue confirmada por su familia a través de un comunicado oficial, y un día después se dieron a conocer detalles de sus últimos momentos. El intérprete de Crazy Train eligió pasar sus últimos días en casa, acompañado por su esposa Sharon —con quien compartió casi 45 años de matrimonio— y sus hijos Jack, Kelly, Aimee y Louis.

A pesar de luchar durante años contra el Parkinson y someterse a múltiples cirugías, Ozzy nunca perdió su humor negro, su amor por la música ni su vínculo con la familia. Cercanos a la familia aseguran que, incluso en sus últimas semanas, conservó su actitud sarcástica y su espíritu rebelde.

Su última aparición pública fue el 5 de julio, durante el concierto de despedida de Black Sabbath: Back to the Beginning. En el backstage, Ozzy presenció la propuesta de matrimonio de Sid Wilson (Slipknot) a su hija Kelly. Fiel a su estilo, bromeó: “Estás loco si crees que te casarás con mi hija”, provocando risas y dejando un recuerdo entrañable.

Ozzy vivió sus últimos años con dignidad y valentía. Aunque su salud fue mermando desde su diagnóstico de Parkinson en 2019, nunca se rindió. Se alejó de las giras y los escenarios paulatinamente, sin dramatismo, pero dejando una huella imborrable en el rock.

Ozzy Osbourne fue más que un ídolo: fue un fenómeno cultural, un alma rebelde que marcó generaciones y que se despidió del mundo tal como vivió: fiel a sí mismo, rodeado de amor y sin perder la chispa que lo hizo inmortal.